Renuncio a Felipe “pies sobre la tierra”, el que respira bien profundo antes de tomar decisiones apresuradas.
Le doy vía libre a Felipe “no me lo tomo personal”, especialista en mirar las cosas con distancia y en analizar todos los componentes que son parte de una situación y a Felipe “el inteligente”, el intelectual, el culto, el que habla con palabras difíciles y metáforas.
También al “socialmente correcto” que sabe cuándo sonreír, cuando hablar, cuando callar, el que escucha las peores barbaridades pero permanece inmutable para no generar un momento incómodo.
Que se vaya “el buenito”, el que cede la mejor milanesa, el mejor asiento del cine, el que charla pacientemente, es que no sabe decir que no. Y que lo acompañen “el rígido”, que no puede recalcular una vez que se inició el viaje y “el predecible”, el de las costumbres, los hábitos y las repeticiones.
A la fila Felipe “buen gusto”, el que sabe cómo vestirse, qué perfume usar, qué almohadones comprar, qué restaurant nuevo probar o a cuál volver. Con él, que vaya “agenda cultural”, el que sabe qué evento recomendarle a cada persona, en su ciudad o en donde sea.
“Perfeccionista”, “detallista” y “obsesivo” se pueden ir con “obsecuente”, “complaciente” y “subordinado”.
Renuncio a Felipe “nada me sorprende” y especialmente a Felipe “si yo puedo, todxs pueden”.
Lo lindo de la renuncia, es que es un acto unilateral que no admite respuesta. Llegó la hora de que otros yoes habiten la nave, y comanden por un tiempo este conjunto de carne, huesos y espíritu. No sé quiénes vendrán, lo único que pido es no conocerlos de antemano.