Quiero verte. Quiero saber cómo estás. Quiero tocar tu espalda. Quiero que nos sentemos en un bar y que nuestras piernas se rocen debajo de la mesa. Quiero sentir que no puedo respirar pero que aún sigo vivo.
Sos una enfermedad que se apodera de mí, que me hace débil e inconfiable. No confío en mí. No confío en mi autocontrol. No confío en ser yo quien pueda decidir qué es lo mejor para mí.
Querer. Necesitar. Elegir. O creer que quiero, creer que necesito, creer que elijo. Una creencia que no logro derribar. Que cuando domino la situación me voy al otro extremo: al creer que no quiero, creer que no necesito y creer que no elijo. Y ahí no pasa nada. No hay sufrimiento pero tampoco hay deseo, hay frialdad, no hay emociones ni sentimientos. Hay vacío. Hay calma, no hay riesgo. Pero cada vez te alejo más y eso aumenta tu capacidad de peligro, como si te volvieras un veneno con mayor efectividad. Una serpiente que ante un potencial ataque se vuelve a cada segundo más letal.
Vuelvo y llego al otro extremo. Ansiedad, angustia. El tiempo pasa y no hago nada. Permanezco, duro en el tiempo, como si durar fuera una virtud en sí misma. Me siento chiquito, incapaz de tomar decisiones por mí mismo. Reflexiono sobre a quién otorgarle una curatela provisoria de mi vida.
Quisiera darle todas las decisiones de mi vida a otra persona, que se haga cargo de todo. De lo laboral, de lo personal, de las clases, del departamento, de mi perro, de todo. Y que me dejen en una habitación amplia, blanca, con almohadones, con luz cálida, y sin nada más. Tal vez ruido de cascadas o un piano tranquilo. Para poder durar un tiempo más, sin riesgo, sin teléfono, sin redes sociales, sin demandas que resolver o herramientas para responder en un segundo todas las preguntas que me hago. Quedarme en ese lugar, habitando las preguntas, sin nada que hacer, sin tiempos que cumplir ni objetivos que alcanzar.
Somos el mamífero que más tarda en aprender a caminar por sus propios medios, o al menos eso escuché. ¿Será ese retraso de la especie que también afecta mi capacidad de estar solo y de estar bien de esa forma? Tal vez debiera desarrollar una aplicación mediante la cual podamos pulsar el botón S.O.S. y nos activen el lugar seguro más próximo. Una red de pseudo hoteles alojamientos a los cuales asistir en el momento justo en el que estamos por actuar impulsiva e irracionalmente. Podrían incluirse servicios extra como música que ayude a bajar el ritmo cardíaco, té, masajes relajantes, charlas sobre asuntos frívolos, películas catalogadas especialmente para no empeorar la situación y pedidos on demand, para asegurar una experiencia a medida del padecimiento, con resultado garantizado o le devolvemos su dinero.