Martes 04:23am. Me despierto de golpe pensando en un momento de Permitidos, una de las obras de teatro en las que estoy trabajando. Pienso en qué bueno que en las críticas de las primeras tres funciones elogiaron el ritmo, cuando en la primera pasada completa Peto, el director, dijo específicamente que lo que buscábamos era “boludeo y ritmo”.
Martes 04:23 am. Me despierto de golpe, pienso en lo anterior, y me pregunto si es día de semana o fin de semana. Me toma un rato largo recordar que estamos en en la semana. En un punto es lo mismo, porque hasta que termine la temporada de verano voy a trabajar de lunes a lunes. Es día de semana, me respondo, tengo que dormir. Es de noche. Pero de noche, noche. Tengo que dormir porque si estuviera amaneciendo al menos, podría hacer algo de trabajo, pero es de noche, noche.
Y ahí volvió, el impulso por escribir. Vengo de 40 días de trabajar desde que me despierto hasta que me duermo. Y vengo de mucho más tiempo de no escribir nada. El miedo a no escribir más es algo que me atormenta seguido, porque siempre surge de manera impulsiva y casi incontrolada. Soy muy organizado para todo, planifico, pero la escritura es una actividad que puedo realizar cuando recibo el llamado a hacerlo, como hoy, martes, a las 04:23 am.
Hace unos meses, en clases de inglés, hablamos del FOMO (fear of missing things), que vendria a ser el miedo a perderse cosas. Siempre que se elije algo, no se elije todo el resto. ¡Qué desesperante! Inmediatamente lo relacioné con el trabajo del actor y los castings. Todo el tiempo queriendo que me den trabajo, agradar, que me elijan. Preseleccionado, liberado. Preseleccionado. Seguís en preselección. Liberado. Hasta que llega el “Hola Feli, te escribo porque quedaste seleccionado para …..” y parece que recibo un llamado divino, ancestral, en el que mi vida cobra sentido. Qué patético.
Ahora que vengo hace tiempo sin escribir, dedicado a dirigir
o asistir dirección, y casi sin actuar, me preguntan (y me pregunto todo el
tiempo qué me gusta más), y yo parezco Camilo -personaje de Yo no quiero hacer
stand up, de Mechi Bove- decidiéndolo….
Dirigir, porque me gusta acompañar procesos, y siento una felicidad inmensa cuando digo algo que ayuda a
otra persona a encontrar una forma expresiva que es tanto novedosa como propia
de esa persona.
Escribir, porque es crear imágenes que no existen. Algo que no existía en el
mundo, ahora existe, porque pude ponerlo en palabras, y esa sumatorias de
palabras logran algo, que puede disparar en muchos sentidos. No creo que haya
otra cosa más potente.
Actuar, Felipe, actuar. Vos sos actor. Vos estudiás actuación, siempre lo hiciste.
No te olvides. No te engolosines con lo otro, vos sos actor.
Y acá se me arma un sinfín, como a Camilo…
Hace años que vengo trabajando en terapia que no puedo hacer todo, primero. Que puedo hacer poco, después. Y que puedo hacer mucho menos de lo que quisiera, ahora. Trabajo todo el día, y puedo hacer mucho menos de lo que quisiera. Hace años que vengo trabajando en la calidad de vida que quiero, porque tampoco quiero actuar, dirigir o escribir a cualquier costo. También quiero poder dormir 8hs de corrido sin despertarme sin saber qué tengo que hacer al despertar.
Sin embargo, en el medio de este caos, y con lágrimas en los
ojos, me conmueve estar en el silencio de la noche, escribiendo.
Me molesta no haber dormido 8hs de corrido, pero me gratifica mucho más estar
escribiendo, porque nada me hace sentir más vivo.